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¿Cuáles son las deudas más tóxicas?

Actualizado: 26 sept

Hablar de deudas no es fácil y mucho menos cuando ya están ahí, respirándote en la nuca cada fin de mes, pero ignorarlas no las hace desaparecer. Al contrario, pueden convertirse en una carga pesada que roba tu tranquilidad, frena tus sueños y, en muchos casos, empieza a dañar tu relación de pareja. Hoy te hablaremos de un tema que casi nadie nos enseñó (ni en el colegio, ni en la universidad, ni en casa): las deudas tóxicas.

Efectivamente, si hay deudas que parecen inofensivas, hasta que te das cuenta de que están consumiendo tus ingresos, tu progreso y hasta tu paz mental y emocional.

Aquí te contamos qué son, cómo reconocerlas, por qué son tan peligrosas y —lo más importante— cómo alejarte de ellas para que tu vida financiera y tu relación de pareja puedan florecer.


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¿Qué son las deudas tóxicas?


Las deudas tóxicas son aquellas que:

  • Tienen intereses muy altos.

  • Se adquieren para comprar cosas que se deprecian o que no generan ingresos.

  • Se pagan a varias cuotas.

  • Terminas sintiendo que se te esfuma tu salario.

  • No te hacen crecer, sino que te frenan.

Algunos ejemplos muy comunes son las tarjetas de crédito usadas para gastos diarios o impulsivos a varias cuotas, los créditos de libre inversión, préstamos para cubrir otras deudas (el famoso “tapo un hueco para abrir otro”) o comprar un carro a 5 años, un computador a 24 cuotas, un celular a 1 año, etc.  Como dice el meme: tus calzones rotos viendo cómo te compras el último iPhone 17 😂


¿Por qué son tan peligrosas?


Las deudas tóxicas no solo afectan tus números. También generan estrés, ansiedad y discusiones, y pueden convertirse en una carga emocional dentro de la relación.

Cuando gran parte de tu dinero se va a pagar intereses, es normal que aparezcan frases como: “Siento que el dinero se me esfuma”, “Trabajo y trabajo, pero no veo resultados” o “No puedo renunciar, aunque odie mi trabajo porque tengo deudas”

Ese es el verdadero problema: te roban la libertad. Y cuando pierdes tu libertad financiera, también pierdes tu capacidad de tomar decisiones con tranquilidad.


Para reconocer si estás en deudas tóxicas, hazte estas preguntas sinceras: ¿pago la cuota ordinaria pero la deuda nunca baja?, ¿uso un crédito para pagar otro?, ¿más del 30% de mis ingresos mensuales se va para pagar deudas?, ¿siento que no puedo dejar de usar la tarjeta de crédito a varias cuotas? Si respondiste “sí” a varias de ellas, es momento de hacer un alto: estás en terreno tóxico y necesitas tomar decisiones urgentemente.


Tipos de deudas tóxicas más comunes

En un episodio de podcast hace un par de meses compartimos las más frecuentes y peligrosas (Te dejamos el link del episodio al final del artículo):


1. Tarjetas de crédito

Aunque están pensadas como medio de pago, la mayoría de personas las usan como si fueran un ingreso extra. El problema es que son la deuda más costosa del mercado y, además, muchas vienen configuradas para diferir automáticamente cada compra a 24 o 36 cuotas sin que lo notes.

También hay que tener cuidado con los avances de tarjeta, que tienen tasas altísimas y se difieren a muchos meses. Así que por favor, revisa si tu tarjeta difiere automáticamente y cámbialo a pago total. Así evitas pagar intereses innecesarios.


2. Créditos de libre inversión o libre destino

Parecen una buena idea porque puedes usarlos para lo que quieras… pero esa libertad tiene un precio: tasas de interés muy altas y muchos costos ocultos (seguros, cuotas de manejo, etc.). Si el dinero no se usa para generar ingresos, este tipo de créditos son una trampa financiera.

3. Créditos rotativos

Dan la falsa sensación de que tienes dinero disponible siempre, pero en realidad son una gran cantidad de intereses. Muchas personas los usan como si fueran una cuenta de ahorros, pagando y volviendo a usar, pero terminan atrapados en un ciclo interminable.

 4. Créditos para vehículo o bienes que se deprecian

Un vehículo pierde valor desde el momento en que sale del concesionario.A menos que lo uses como herramienta de trabajo que realmente genere ingresos superiores al costo del crédito, es una deuda que te quita más de lo que te da.


5. Préstamos informales (gota a gota)

Son los más peligrosos de todos. Cobran intereses de hasta el 5% mensual (más de 60% al año), no reducen el capital y, además, suelen implicar riesgo físico y amenazas si no puedes pagar. Nunca son una opción segura. Cuidado.

¿Por qué caemos en estas deudas?

  • Ignorancia financiera: Aprendimos mal. Muchos crecimos viendo a nuestros padres comprar todo a cuotas, creyendo que era lo normal. “Si uno no se endeuda mijito, no consigue nada en la vida”, “la deuda por lo menos lo obliga a pagar las cositas” ¡Noooo, falso!

  • Afán e inmediatez: Queremos todo ya. En vez de ahorrar, preferimos endeudarnos y pagar intereses solo por tenerlo antes.

  • Apariencias y presión social: A veces compramos cosas solo para demostrar “éxito” o para no sentirnos menos que otros, aunque eso nos deje vacíos y endeudados. Tu valor no depende de tus cosas, tu ropa ni tu carro. Depende de quién eres, no de cuánto aparentas.


¿Cómo protegerte de las deudas tóxicas?

Aquí algunas acciones prácticas para evitar caer en ellas (o salir si ya estás dentro):

  1. Haz un inventario de tus deudas: escribe cuánto debes, a quién, a qué tasa y en cuántas cuotas.

  2. No tomes nuevas deudas de consumo: congela tus tarjetas de crédito si es necesario.

  3. Ahorra para lo que se deprecia: electrodomésticos, tecnología, muebles… cómpralos solo cuando tengas el dinero.

  4. Pon metas financieras realistas: un plan claro es tu mejor escudo contra la impulsividad.

  5. Habla con tu pareja: las decisiones financieras en pareja deben tomarse como equipo, con transparencia y sin secretos.

Las deudas tóxicas no solo vacían tu bolsillo, también vacían tu paz mental. La buena noticia es que no estás condenado a vivir endeudado. Con información, paciencia y compromiso, puedes salir de ellas y recuperar tu libertad financiera.

Recuerda que el dinero no define tu valor, y tu identidad no depende de lo que tienes, sino de quién eres y con quién decides caminar. 

 
 
 

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