¿Todas las deudas son malas?
- Duvier Lesmes

- 15 may
- 4 Min. de lectura
Camila y Fernando soñaban con una boda mágica. Y la tuvieron. Vestido blanco, flores, fiesta, invitados felices. Todo parecía perfecto… hasta que llegó el momento de pensar donde y de qué manera vivirían en un nuevo hogar. Descubrieron una verdad incómoda: no tenían ni cama donde dormir.
—“No importa, lo vamos pagando poco a poco” —dijeron mientras deslizaban su tarjeta de crédito una vez más.
Y así, entre televisor, sala, cama y mil cosas más, nació una deuda como la única solución que encontraron. Una deuda que no solo afectó su bolsillo, sino su paz.

Cuando la ilusión se vuelve carga
Al comienzo, con ingresos combinados de $3.800.000, pagar $1.330.000 en cuotas mensuales parecía manejable. Sin embargo, vendrían los giros inesperados de la vida. Diez meses después, Fernando perdió su empleo. De pronto, esa deuda, que era de 35% de nivel de endeudamiento, se convirtió en un monstruo que devoraba el 83%… y eso, sin contar los gastos fijos del mes.
Estaban atrapados. Sin ahorros, con facturas acumuladas, y lo más difícil: sin saber qué hacer.
¿En qué fallaron? Y más importante… ¿Cómo evitarlo?
Este caso, aunque doloroso, es una joya para aprender. Aquí te compartimos los cinco errores graves que cometieron Camila y Fernando, y que tú aún estás a tiempo de evitar:
1. El plan B no puede ser la deuda.
Endeudarse no debe ser la primera opción cuando no hay dinero. El error no fue no tener muebles. El error fue correr a endeudarse por no saber planear, prever y adaptarse a nuevas realidades. Debemos aprender a esperar, ahorrar y ser humildes ante el proceso. No pasa nada si la casa no está lista en el primer mes. Y si pasa mucho cuando entramos en deudas por querer resolver “fácil”. Lo que hacemos es hipotecar nuestra tranquilidad y unidad en pareja.
2. Deuda de consumo = trampa disfrazada.
Tarjetas de crédito, créditos a libre inversión, créditos rotativos… suenan tan accesibles, pero esconden tasas de interés altísimas y una realidad que duele: estás pagando más por algo que vale menos con el tiempo. El televisor que compraste en 24 cuotas ya se desvalorizó, pero tú sigues pagando intereses altísimos como si fuera nuevo.
3. Las frases que nos sabotean.
Como dijeron Fernando y Camila: “No importa, lo vamos pagando poco a poco” o frases como “Para eso trabajo”, “uno se muere y nada se lleva”, “lo pago en cuotas”, “Dios proveerá”… Estas frases nos suenan familiares porque todos las hemos dicho o escuchado, pero muchas veces son excusas para justificar decisiones que no podemos sostener. No se trata de no disfrutar, sino de hacerlo con conciencia y que esto no implique afectar mis finanzas o relación de pareja para mal.
4. No midieron riesgos
¿Y si uno se queda sin trabajo? ¿Y si hay una emergencia? ¿Cuánto podemos pagar sin asfixiarnos? Nadie quiere pensar en lo malo, pero al ignorarlo no lo evitamos. No podemos endeudarnos por encima de nuestras capacidades, por eso, es importante saber nuestro nivel de endeudamiento (suma las cuotas mensuales de todos los créditos dividido por los ingresos mensuales, y el resultado lo multiplicas por 100). Este es un termómetro que te puede salvar del colapso. Un nivel de endeudamiento mayor al 30% puede ser el aviso de que tus finanzas no van bien. Contrólalo para que tu estilo de vida y tu relación de pareja no colapse.
5. Sin ahorros, todo es más frágil.
No tener un fondo de imprevistos es como caminar en cuerda floja sin red. Cualquier viento podría tumbarte y acabar muy mal. Destina por lo menos un 5% de tus ingresos mensuales a la previsión. La biblia nos enseña que tendremos vacas gordas y en esos momentos tendremos prosperidad y el disfrute de nuestra vida, pero también llegarán las vacas flacas, será inevitable y en esta etapa disfrutaremos solo si fuimos inteligentes durante las vacas gordas. Esa inteligencia la define el fondo de imprevistos. Tener un colchón te da mayor estabilidad y evita que una crisis no esperada se convierta en tragedia.
¿Entonces todas las deudas son malas?
No necesariamente. Hay deudas que pueden ayudarte a crecer: un crédito hipotecario, una inversión en tu educación o negocio. Pero incluso estas deben tomarse con cabeza fría y no con emociones.
Una deuda buena tiene tasas bajas, se paga rápido, se invierte en algo que se valoriza por encima de los intereses y, sobre todo, no ahoga tu presupuesto.
La clave está en esto: ¿esa deuda te da dinero o te lo quita? ¿Te agrega valor y paz emocional o te la quita?
Camila y Fernando no son una historia única. Son miles. Millones. Todos hemos caído, en mayor o menor medida, en alguna de estas trampas. Pero es hora de aprender de los errores y hacer cambios que nos ayuden a crecer financieramente.
Hablar de dinero en pareja no es solo hablar de números. Es hablar de sueños, de prioridades, de planes reales, de unidad, de legado. Porque si no se habla de finanzas, las finanzas terminan hablando por nosotros.
Y tú, ¿qué deuda estás justificando hoy con una frase bonita?







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